EL ÚLTIMO RAYO DE SOL se apagaba definitivamente.
Tras un interminable período de convulsos cambios climáticos acompañados de dantescas tragedias geológicas, la faz de la Tierra se había convertido en un desierto sumido en la más absoluta oscuridad. La lucha generada por atrapar los últimos y codiciados rayos de luz había autodestruído cualquier resto de especie viviente.
Gromus carecía de información extrasubterranea, asi que ignoraba cualquier acontecimiento desarrollado 20.000 metros por encima de su apepinada cabezola.
Millones de años atrás, sus ancestros abandonaban definitivamente cualquier contacto con el mundo exterior. La adaptación a las cavernas supuso un esfuerzo titánico pero necesario para la supervivencia animal. La oscuridad en el interior era absoluta y la evolución, brutal. Por citar un ejemplo, el doble órgano ventricular de Gromus latía tan lentamente que a veces olvidaba que circulaba sangre por sus venas y de los antiguos ojos humanos sólo quedaba un inapreciable recuerdo en forma de hendidura horizontal, por el contrario el sentdio más evolucionado era el oído, protegido por par de enormes y agudas cavernas auriculares. Gromus ignoraba su aspecto físico, aunque nadie con en su sano entender se preocuparía por semejante banalidad. El desarrollo de la mente había sido tan escandaloso que las cuestiones externas habían dejado de constituir un inconveniente para el desarrollo de la personalidad.
Ajeno pues al más allá, el nuevo hombre de las cavernas ocupaba su tiempo con su pasatiempo favorito: El flujo de las ondas sónicas, tejiendo y destejiendo a su antojo redes invisibles a lo largo y ancho de su mundo subterraneo sin percatarse que a partir de entonces navegaría en el interior de un planeta moribundo...
Tras un interminable período de convulsos cambios climáticos acompañados de dantescas tragedias geológicas, la faz de la Tierra se había convertido en un desierto sumido en la más absoluta oscuridad. La lucha generada por atrapar los últimos y codiciados rayos de luz había autodestruído cualquier resto de especie viviente.
Gromus carecía de información extrasubterranea, asi que ignoraba cualquier acontecimiento desarrollado 20.000 metros por encima de su apepinada cabezola.
Millones de años atrás, sus ancestros abandonaban definitivamente cualquier contacto con el mundo exterior. La adaptación a las cavernas supuso un esfuerzo titánico pero necesario para la supervivencia animal. La oscuridad en el interior era absoluta y la evolución, brutal. Por citar un ejemplo, el doble órgano ventricular de Gromus latía tan lentamente que a veces olvidaba que circulaba sangre por sus venas y de los antiguos ojos humanos sólo quedaba un inapreciable recuerdo en forma de hendidura horizontal, por el contrario el sentdio más evolucionado era el oído, protegido por par de enormes y agudas cavernas auriculares. Gromus ignoraba su aspecto físico, aunque nadie con en su sano entender se preocuparía por semejante banalidad. El desarrollo de la mente había sido tan escandaloso que las cuestiones externas habían dejado de constituir un inconveniente para el desarrollo de la personalidad.
Ajeno pues al más allá, el nuevo hombre de las cavernas ocupaba su tiempo con su pasatiempo favorito: El flujo de las ondas sónicas, tejiendo y destejiendo a su antojo redes invisibles a lo largo y ancho de su mundo subterraneo sin percatarse que a partir de entonces navegaría en el interior de un planeta moribundo...
imagen: onlc. (basado en la portada de "el Principito")
1 comentario:
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