domingo

Cuentos para No Dormir - 3 -


Era la 1 de la madrugada
. Oscuridad total. Sólo me acompañaba el monigote de luz que salía por el ojo de una cerradura como las de antes, de hierro y de llave grande. No pude evitar la curiosidad, así que me acerqué a la puerta y me agaché lo justo para mirar a través del agujero. uaaaauuuu!!. Lo que observaron mis pupilas era demasiado luminoso y potente como para perdérselo. Decidí sacrificar las demas opciones que se me ofrecian en la noche del domingo, que por otro lado carecían de aliciente: sesión televisiva familiar o sesión prohibitiva en el messenger. Necesitaba atravesar inmediatamente aquella puerta. Mi adrenalina subía por minutos, así que me puse rápidamente manos a la obra. Empujé la misteriosa puerta hacia adentro mientra giré el picaporte.
Primer intento fallido.
Opté por el clásico plan B. Fui en busca de mi cartera, saqué la tarjeta del DNI y la pasé con cuidado a través del canto de la puerta, hasta que me topé con algo duro y metálico. Definitivamente estaba cerrada con llave. Mis nervios puntiagudos atravesaban mi piel, resoplé con fastidio y me puse a cavilar..
Lo tengo!, como suele suceder en estos casos, mis pupilas se convirtieron en los filamentos de una potente bombilla de 500 w. Sólo tenía que buscar el timbre. Tanteando en la oscuridad descubrí un pekeño botón en el lado izquierdo de la puerta y... Nada. El mecanismo del timbre no debió conectar con mi sistema electrico.
De pronto, alguien se asomó desde el interior de una puerta vecina.
- eh tú, k haces perdiendo el tiempo?, en estos momentos ahí detrás no hay nada que te pueda interesar, mas vale que te des media vuelta y te olvides.
Acto seguido la inquietante vecina desapareció. Al instante se abrió otra puerta, esta vez detrás de mí, de donde surgió una voz suave:
- No hagas caso, la de esa puerta está senil, si quieres entrar, sólo tienes que ir a la portería y buscar la llave.
Como un autómata, bajé a la portería y miré dentro de la caja de las llaves, había cientos de ellas, todas enormes. No podía cargar con todas, tenía que elegir una, o quizá diez. Elegí las más grandes y pesadas, sólo una buena llave podria abrir una puerta hostil.
Con el manojo de llaves en la mano volví a la puerta y las fui probando una a una. Con cada nuevo intento, mi ansiedad se multiplicaba. Comenzaba a desesperarme, eran las 4 de la madrugada y tenía que a travesar esa puerta, necesitaba comprobar que lo que había detrás era real y no solo la ilusión de mis ojos cansados.
Puesto que ni la cabeza ni esas extrañas ayudas externas me conducían a buen puerto, decidí utilizar el elemento subversivo número uno: La fuerza. Con la rabia acumulada durante la larga noche empujé la puerta, la golpeé con las manos, con los pies, con todo mi cuerpo. Tenía que haber alguna forma... Intenté gritar, pero no me salía la voz, comencé a llorar de desesperación hasta que mis lágrimas se convirtieron un largo suspiro de impotencia. Por fín caí derrotada y me acurruqué al amparo de la rendija de luz que se escapaba por debajo. Miré el reloj, las 6 de la mañana. Al fin decidí dejarlo estar. Me había vencido el sueño.
Cuando desperté, todas mis dudas se resolvieron inmediatamente. Estaba agotada, pero sin saber cómo, ya estaba al otro lado: Delante de un luminoso y potente Lunes.

2 comentarios:

Bo Peep dijo...

Me ha gustado tu relato. Besos.

hoffen dijo...

me gusta tu historia, es la primera vez que entro a tu blog, y con certeza no será la última.