domingo

AVIONES

Siempre que me subo a un avión siento que estoy apunto de realizar el viaje más extraño y peligroso de mi vida, así que cruzo los dedos.
Todo comienza en un pasillo atestado de gente haciendo tapón a la que le encanta perder el tiempo colocando cosas en los compartimentos superiores mientras comentan cosas intrascendentes, supongo que para olvidar la trascendencia de los acontecimientos que estamos apunto de vivir. Una vez te dejan ocupar tu sitio (con muchísima suerte junto a la ventanilla con vistas al ala), aguantas la larga espera hasta que el avión está totalmente preparado para despegar, mirando con interés nulo los dibujos del folleto reglamentario. Por fin, el aparato comienza a moverse, muy lentamente al principio, como si de un inofensivo autobús de línea se tratara, con la diferencia que éste se encuentra sólidamente asentado sobre grandes ruedas incapaces de sobrepasar los 100 Km/h, mientras que a los aviones sólo les sostienen unas pequeñas ruedecillas desproporcionadas respecto a la enorme masa que tienen que soportar, aún así capaces de alcanzar una velocidad de vértigo en el momento previo al despegue. En ese instante te da un vuelco el estómago, las ruedecitas dejan de tocar tierra firme y sin saber cómo te encuentras a 10.000 pies de altitud.
En teoria acaba de pasar lo peor e intentas ignorar que estás volando a una velocidad, que no por ser de crucero deja de ser kamikaze, cuando, de pronto, suenan unos ruiditos sospechosos que sin duda provienen de algún lugar del motor, miras de reojo al que está a tu lado, hace como que no ha oído nada. Mientras, las azafatas, ajenas a la opresiva realidad que nos circunda, aparecen y desaparecen de detrás de las cortinas moviéndose como experimentadas modelos pasillo arriba, pasillo abajo con una soltura que me deja de piedra. Que si un poco de agua, que si un caramelo y encima sobre taconazos!... No es normal esa amabilidad casi perfecta, esa sonrisa permanente, esa tranquilidad pasmosa, teniendo en cuenta que estamos encerrados en un frágil pedazo de metal volando a toda hostia. A mi no me la pegan, detrás de cada azafata se esconde un ser que no pertenece a nuestro planeta, al menos no al planeta tierra...
De pronto el avión comienza a menearse como una lavadora sin anclajes. Suena un "piin", se enciende una luz roja, habla una de las azafatas con voz impertérrita: "estamos atravesando una zona de turbulencias, por favor abrochense los cinturones y no se muevan de sus asientos", otra azafata me ofrece un vaso de agua que agarro con fuerza, me trago un par de potentes tranquilizantes. crujo por dentro. El movimiento no cesa, estamos envueltos en una auténtica tormenta con todos sus rayos. ¿Porque el avión se mantiene entero pese a tan extraordinarias circunstancias?. El nerviosismo salta de pasajero en pasajero, nos come y se cuenta 20. Vuelve a sonar el "piin", pero ahora se instala definitivamente en mis oidos. Escucho lejana la voz del Comandante en un tono neutro que me deja perpleja: "Por problemas técnicos nos vemos obligados a realizar un aterrizaje forzoso, abrochense los cinturones, agarrense a quien tengan más cerca y q sea lo q Dios quiera, pero por favor, ante todo, mantengan la calma". Se hace un vacio, una densa nube se apodera de mi, tengo la boca seca, miro por la ventanilla y observo que el ala que tenía a mi derecha ha desaparecido y el avión pierde su horizontalidad. Dejamos de flotar, siento un vuelco en el estómago muy parecido al de la montaña rusa pero a lo bestia. Todo gira a mi alrededor, estoy boca a bajo agarrada sólo por el cinturón, gente que grita, (excepto yo, que no doy crédito) cosas que caen, damos vueltas. A través de la ventanilla observo el azul intenso bajo mi cabeza, el tiempo se detiene... Siento un golpe seco, y entonces... Pasa lo que tenía que pasar: Nos estrellamos violentamente contra el océano. El avión desaparece engullido por millones de metros cúbicos de agua salada y los escasos supervivientes luchamos por salir de aquella trampa infernal. Sólo existe un pensamiento: No morir ahogados. Pero soy incapaz de realizar un sólo movimiento. Poco a poco voy recuperando la consciencia. Creo que áun estoy viva: Noto mis dedos agarrotados pegados al vaso de plástico... De nuevo suena un "pin", se apagan las luces rojas. Estoy sola en medio del desastre y bañada en sudor. Intento beber algo pero el vaso de plástico está hecho trizas y mi camiseta, mojada. Me levanto con dificultad, estoy aturdida, observo a los últimos pasajeros desapareciendo como sonámbulos por el pasillo en dirección a la puerta delantera del avión. Ya nada se mueve... El olor a tierra mojada me devuelve a la realidad.
Sorprendentemente una azafata sigue entera y sonriente esperando al final del túnel a la última pasajera superviviente que intenta salir... "Adios, espero que haya tenido buen vuelo". Piso tierra, no miro atrás y una vez más soy incapaz de comprender cómo esas minúsculas ruedas han sido capaces de posarse sobre la pista sin deshacerse en cachitos y además mantener al avión, a mis espaldas, en perfecto equilibrio. Me subo al autobús que nos lleva sanos y salvos a la terminal.. AAhh, Respiro... Estoy agotada.

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