martes

ESFERA DE CALOR


Desperté flotando en el interior de una bola con un sonido apenas perceptible pero constante. El espacio era tranquilo asi que no había ningún motivo para escapar de allí. Creía haber encontrado mi sitio de no haber sido porque mis manos, brazos y por extensión todo mi cuerpo, incluida la cabeza, crecian y crecian desmesuradamente hasta que la vida en la esfera se hizo insufrible. Salí de allí disparada a un lugar frío y muy poco acogedor. Tarde bastante tiempo en aclimatarme al cambio. Pronto descubrí que me encontraba envuelta en otra esfera formada por unos brazos y un regazo, me gustaba esa nueva sensación. Había movimiento, ruido ensordecedor, luces brillantes, sombras... Pronto me di cuenta que el regazo se me escapaba y otro conjunto de brazos y cabezas redondas me rodeaban. No estaba mal el cambio, pero el ruido seguía creciendo, el movimiento se hacia más largo y yo seguía estirándome como una gominola. Debí crecer mucho puesto que acabé dentro de otra esfera aún más grande, llena esta vez de seres bola como yo contra los que rebotar o chocar. Allí no era suficiente con estar, además había que seguir unas normas. Las normas tenían forma de alfileres gigantes. Sospeché que no seria buena idea acercarme demasiado a los alfileres, ni que los alfileres rozaran la esfera que nos protegía. Asi que me quedé flotando en el centro, quizá demasiado tiempo puesto que cuando crecí tanto como para dar con mi cabeza y extremidades sobre la bóveda, los alfileres gitantes me rodeaban por todas partes y me resultaba imposible huir. Con un esfuerzo titánico, aún recuerdo lágrimas violeta resbalando sobre mi superficie curvada, conseguí salir al nuevo exterior donde descubri que mi cabeza había crecido tanto que producía pensamientos redondos. Desde esta nueva perspectiva me prometí a mi misma no volver a caer nunca más en ninguna esfera trampa.
Vagabundee por algún tiempo sintiendome libre y feliz, sin necesitar ningúna esfera de calor. Pronto, algo que no sabía que era exactamente se me estaba también quedando pequeño. Un día me subí a un globo aerostático, miré hacia abajo y me despedí de mi última gran bola acogedora y azul.

2 comentarios:

Raul dijo...

¿Y si descubres en tu globo que todas las esferas giran en torno a un mismo eje, con lo que no hay principio ni final? ¿Y si tu globo se encuentra en una de las elipses, que hacen el mundo cíclico, y te obliga a volver a tu diminuta esfera primaria?

Eva Bntz dijo...

pues tan ricamente